No me interesa si era feo o bonito, si corría o estaba confinado a una silla, si hablaba como un robot o con dulce voz, si profesaba una fe o no creía en nadie. Lo único que yo estoy seguro es que Stephen Hawkings y sus reflexiones siempre alimentaron mi esperanza, mi fe y mi voluntad para continuar existiendo en este universo.
Por otro lado y con cierta ironía confieso, que algunas personas aparentemente bonitas, de voz dulce y llenos de fe y “espiritualidad” a veces lograron amargar mi existencia.
Maestro, descanse en Paz!
Yokoi Kenji Díaz
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